María Kodama asiente cuando se le pregunta si es posible dialogar con ella sin la sombra de Borges atravesando la charla. “Yo pienso que sí”, afirma la escritora, pero en un instante se impone la certeza de que no vale la pena imponerse ese desafío. Porque la figura del hacedor de “El Aleph” es un legado que a ella no solo no le pesa, sino que lo cuida y alimenta a través de la Fundación Internacional Jorge Luis Borges; y también, a veces, casi a capa y espada, en largas y feroces contiendas jurídicas con pretendidos biógrafos o editores a quienes ella califica como “pobre gente que no lo ha leído, ni lo entiende”.
Pero la contracara de esa guerrera es la Kodama que baila sola en su casa con la música de los Beatles o de los Rolling (sus favoritos), la que se divierte comiendo las patitas de pollo de Mcdonalds y confraternizando con los parroquianos del mundo fast food; y es, a su vez, la que en sus habituales baños de inmersión disfruta leyendo a los trágicos griegos en su idioma original. La que de día se sumerge en la corrección de las numerosas tesis sobre Borges que le llegan de todo el planeta, entre otros menesteres, pero que por la noche sale a divertirse con amigos. La que escribe, dice, como una forma de libertad. “Escribo porque me siento libre; es como cuando bailo. Es salir del mundo real y entrar en otra historia” , afirma Kodama, que acaba de editar “Relatos”, un libro integrado por cuatro cuentos acompañados por bellas ilustraciones de Alessandro Kokocincski.
La semana pasada, la heredera universal de la obra de Jorge Luis Borges estuvo en Tucumán, invitada por el equipo del Seminario Psicoanalítico. Previo a la charla pública que mantuvo con la psicoanalista Ana Petros, dialogó con LA GACETA, con Borges como una presencia inevitable en su vida-
- ¿Le tiene miedo a la muerte?
- No le tengo miedo, es una cosa que va a suceder, es lo mismo que vivir. El tema está en vivir divertido todo el tiempo que los astros, los dioses o el destino, decidan. Vivir lo más divertido posible. Me gusta divertirme. Me divierte bailar, escuchar música, salir con mis amigos... salgo todas las noches.
- ¿ Cierto que los Rolling y Los Beatles son sus favoritos?
- Claro, Los Beatles son mis favoritos. Y a Borges también le encantaban. Cuando cumplía años no le gustaba que le cantáramos el Feliz cumpleaños, sino un tema de los Beatles.
- ¿ Hay algo pesado en esto de ser la heredera de Borges?
- No sé si pesado... es una especie de lucha permanente. Pero es lo que el destino ha dispuesto para mí, y yo lo acepto.
- En su libro “Relatos” aparece su estirpe oriental. ¿Cuán oriental se siente usted?
- Ah, yo soy japonesa. Yo fui educada por mi padre, que sí nació, creció y se educó en Japón; y yo por eso tengo otro concepto de las cosas. Por eso es que a veces acá no puedo funcionar.
- ¿Dónde percibe usted la actualidad de la obra de Borges?
- En la ciencia; en la física cuántica. A él le interesaban mucho los libros de ciencia. Y mucha de la gente que ahora se dedica a la ciencia encuentra en él la premonición de lo que ahora sucede. Por otra parte, los dos grandes cambios que tuvo la literatura en la lengua española vienen de América: en la primera parte del siglo XX, es Rubén Darío con la poesía. Y en la segunda parte, es Borges con la prosa. Ellos cambian totalmente la forma de escribir en la lengua española.
- “Relatos”, es su primer libro de ficción publicado...
- Sí, no me interesa publicar. En realidad, decidí publicar este libro porque un amigo, Fernando Flores, del Foro Ecuménico, me había contado que el pintor Alessandro Kokocinski, que se estaba quedando ciego, quería ilustrar un cuento mío. Lo que yo quería era que saliera el libro para que este hombre pudiera verlo, tocarlo. El ya estaba ciego, pero pudo tocar el libro. Después murió. Escribo porque me siento libre; es como cuando bailo. Para mí son las dos formas de la libertad.
- No le interesa escribir para un lector...
- No, yo escribo porque me da libertad, escribo como un espacio de placer.
- ¿Cómo reaccionaron sus padres ante su amor por Borges?
- Un amigo de mi padre, como sabía que me gustaba la literatura, les dijo que yo tenía que escuchar aunque fuera una vez a este hombre. La primera seguridad que me dio Borges fue que yo iba a ser capaz de enseñar. Una vez voy a escucharlo. Lo veo subir, la sala estaba llena. Un silencio total. Y yo me digo: “pero este señor es más tímido que yo”. Los tímidos se reconocen como los animales en la selva. Yo dije: “¿cómo va a hacer este señor para hablar? Si este señor puede, yo voy a poder enseñar”. Después, iba por Florida a comprar libros... y casi lo tiro al suelo. Y le dije: “perdóneme, camino tan rápido. No vi que usted salía. Yo lo escuché a usted cuando era chica”. Se sonríe, y me dice: “claro, porque ahora es grande ¿En qué trabaja?” “Estoy en cuarto año del secundario. “¿Y qué va a estudiar? “Bueno, literatura, posiblemente”. Y me pregunta: “¿usted no tendría interés en estudiar inglés antiguo? Y yo, para hacerme la sabia, le digo: “Shakespeare”. “No”, me dice, “mucho más antiguo. Anglosajón”. Ah, no, debe ser muy difícil. No voy a poder”. Y él me dice: “no, yo tampoco lo sé, lo que le propongo es que lo estudiemos juntos” “!Ah, bueno!”, le digo.. Dos locos. Me pide mi teléfono, y se lo doy. Nos encontrábamos en confiterías ya desaparecidas. Pero él llamaba a mi casa, y mi madre me decía: “pero qué quiere ese hombre, que puede ser tu abuelo. Y yo le decía: “estudiamos”. Y ella me respondía: “vos estudiarás. El tiene otras intenciones”. Eran unas peleas monstruosas.
- Pero ella sabía que era Borges...
- Sí sabía, pero no le interesaba que fuera Jesucristo. Un día, Borges me dice: ¿sabe cuándo fue me que enamoré de usted? le digo que no. Y me cuenta que estábamos hablando de la traición. Entonces yo le dije: la traición se paga: y Europa paga porque traicionó. Yo tenía 16 años. Y él me dice, “¿puede explicarme? “La tradición -le digo- decía que Europa no podía traicionar a Grecia. En Grecia estaban los dioses, se amaban, se odiaban, tenían amores con mortales... y tenían la Razón. Y Europa traiciona, deja todo eso de lado para abrazar una fe que no tenía nada que ver y cuyo primer mandamiento dice: no tendrás a otro dios más que a mí. Eso se une al poder civil, y tenemos todas la tiranías que tenemos en todo el mundo”. Entonces él me dice: “usted no puede haber leído a Nietzsche”. Yo no tenía ni la más remota idea de quién era Nietzsche. Y él me dice: “usted acaba de decirme en precisas y contadas palabras lo que Nietzsche necesitó un volumen para explicar”. “Ese día”, me dice Borges, “fue que enamoré de usted”. Cuando él me dijo eso, mi madre ya había muerto. Y ahora digo (risas): “mami, mami, donde estés...vos tenías razón”.